martes, 25 de octubre de 2011

OTOÑO

Al final ha llegado. Aunque este año se ha hecho de rogar. El aire madrileño empezaba a estar tan cargado que colocaba. Vamos, que unos días mas y los camellos hubiesen acabado en la cola del paro. Lo que nos faltaba. Eramos pocos y parió la abuela.
Hoy Madrid ha amanecido lluvioso. Gozosamente mojado. Me encanta la lluvia de Otoño. Será por mi origen cantábrico.
Equipado de impermeable y el preceptivo gorro me he lanzado a la calle. Olía a Otoño. Con paso seguro y gallardo, he intentado cruzar el Paseo de la Castellana por el paso de cebra. No he pasado del intento. Al poner el pie en la primera raya del antedicho paso he pegado un patinazo que ha mandado mi paso gallardo a freír puñetas. Lo que era un andar pausado y elegante se ha convertido en una replica (mala) del slalom alpino. Esquivando con una habilidad impropia de mi edad a dos señoras con perrito, algún ejecutivo trajeado y tres agentes de movilidad, lo que no deja de tener su aquel, me he acabado empotrando con un malabarista argentino que ha elegido tan peregrino sitio para mostrar (con muy poco éxito) sus habilidades a los conductores atrapados en el monumental atasco.
 En honor a la verdad hay que decir que el espectáculo de un malabarista porteño abrazado a un señor de edad provecta y barriga prominente tocado con un gorrito ejecutando furiosamente lo que parecía una mezcla de  tango y lucha grecorromana mientras una serie de bolos les golpeaban en la cabeza ha resultado bastante mas exitoso que los malabares anteriores. Los, hasta ese momento, cabreados conductores (el atasco era de padre y muy señor mío), lloraban de risa. Incluso ha habido algún conato de aplauso.
Una vez separado de mi pareja de baile y tras saludar agradecido al público he recuperado, en parte, la dignidad ( y el gorrito) y he continuado mi paseo. Pero ya no era lo mismo. Mi opinión respecto a la lluvia otoñal ha variado de una manera radical. Es mas,en ese momento,  no se que me era mas antipática si la dichosa lluvia o la madre del encargado de elegir la pintura de los pasos de cebra de Madrid. Imbuido en  tan interesante soliloquio he caminado sin rumbo fijo por las calles mojadas. Los pocos viandantes con los que me he cruzado  me miraban con cara de sorpresa. Afortunadamente, en esta época de teléfonos móviles, no resulta demasiado extraño ver a alguien gesticulando solo por la calle.


                                                   SOLILOQUIOS
                         AMOROSOS
                                   DE UN ALMA A DIOS.








En MADRID: En la Imprenta de Mufica por Juan de San Miguel, Calle del Barco. Año de MDCCLVI. 8º.





Encuadernación en pasta española. Planos lisos. Lomo cuajado de hierros y filetes dobles. Tejuelo rojo. Cantos tintados.





Portada. Dedicatoria a María Santíssima. Censuras, licencias, informes, erratas y tasas.  Al lector (16). Prólogo del autor.(XIV). 121 páginas. Capitulares. Adornos tipográficos.





Bonita y cuidada edición de esta obra de Lope muchas veces reeditada. Gabriel Padecopeo ( anagrama de Lope de Vega Carpio), aparente autor de la obra, es un seudónimo que Lope usó bastante, normalmente en obras de carácter bastante menos pío que la que nos ocupa.



Las redondillas, tan típicas de Lope, son, en mi opinión, de las mejores del autor. Huyendo del barroco, Lope se refugia en un estilo muy próximo a Teresa de Ávila o Juan de la Cruz. Prescindiendo de todo amaneramiento, el libro rezuma misticismo en todas sus páginas.
                         "Dulcísima vida mía,
                          En quien la inmortal está
                          Por quien vivo, y por quien ya
                          Morir mil veces querría"
Podría estar firmado por Teresa de Avila. 




Pocas veces un pecador( y Lope lo era, con respecto a su fe) ha mostrado su arrepentimiento en forma tan convincente. Es difícil no perdonar a alguien en estas condiciones aunque se tenga la fundada sospecha de que va a volver a las andadas. Y Lope tenía sus problemillas con el sexto, ya se sabe que dos tetas tiran mas que dos carretas ( los marinos dirían que mas ata pelo de ..que calabrote de barco), que le hacían volver a las andadas con bastante frecuencia.








Buenas noches.