sábado, 17 de diciembre de 2011

DE MIEDOS Y LIBRERÏAS

Hoy, por fin se desveló el secreto. Durante los últimos días el misterio parecía haberse adueñado de mi humilde morada. Cuchicheos telefónicos. Salidas misteriosas. Actitudes sospechosas. Soy por naturaleza confiado, pero llegó un momento en que algo parecido a un mosqueo de calibre XXL empezó a rondarme.
 Como soy de la opinión  de que las cosas hay que aclararlas cuanto antes me dirigí resueltamente a mi sufrida que estaba ocupada, cinta métrica en mano, en medir todas las paredes de la casa minuciosamente.

-¿Tienes un momento?.- Pregunte melifluo.
-¿No ves que estoy ocupada?.-  Contestó con aspereza.-¡No vengas a darme el coñazo!-. Añadió con un cabreo mas que mediano.
Animado por la respuesta me adentré en el meollo del asunto.
-¿Pasa algo que yo no sé?-
-¡Nada que te pueda interesar!. Y ahora vuelve con tus dichosos libros y déjame en paz que tengo mucho que hacer.- Y, a modo de conclusión, se alejó, metro en ristre, pasillo adelante.

Siempre he sido muy perspicaz ( y obediente) y, mientras volvía con mis dichosos libros, mis sospechas iban en aumento. Algo en la respuesta de mi mujer me hacía pensar que me ocultaba algo. Lo que no me cuadraba era su entusiasmo métrico. ¿Que relación podía haber entre el hecho de tener un amante y las dimensiones de nuestra, por otra parte, exigua morada?¿Estaría barajando la idea de formar un trío y quería comprobar si el piso era lo suficientemente amplio? Peor aún: ¿estaría pensando crear una comuna de paz y amor al modo de San Francisco en los 60? Aterrado ante la posibilidad de ver convertida mi biblioteca en un templo al amor libre y al desenfreno orgiástico cerré  la puerta con llave y me quedé dentro dispuesto a hacerme fuerte ante el inminente ataque de hordas de hippies fumados y libidinosos.
Pero la carne es débil y los aromas ( cordero asado) que, procedentes de la cocina, se colaban por los resquicios de la puerta  pronto vencieron mis propósitos numantinos. Así que haciendo acopio de dignidad me  encamine al comedor en el que mi mujer a modo de un Publio Cornelio Escipión domestico me esperaba con mirada sarcástica.

-¿Vas a salir esta tarde o te vas a volver a encerrar entre libracos?- Me pregunto.
-¿Pfowr jhe?- Inquirí a mi vez con la boca llena de cordero.
-Por que va a venir alguien.-( Ya está, los hippies, deduje).
-¿Jwieng?. Pregunté mientras hacía un esfuerzo por deglutir de un golpe  la respetable cantidad de cordero que tenía en la boca. Cuando gracias a una serie de enérgicos golpes que mi propia, armada con una paleta de servir de respetable tamaño, me propinó en la espalda, conseguí expulsar parte del cordero alojado en mi traquea y dejé de toser, continué ya con mas claridad.
-Bueno, había pensado salir a cómprame una camisa de flores y unas sandalias menorquinas.-
-¡Tu estás gilipollas!. Pues no te faltaba mas que ir disfrazado de hippie a tus años y con esa tripa.-
-Bueno querida, era para no desentonar.- Contesté con actitud dolida.
Se me quedó mirando un momento con expresión de querer llamar al servicio de urgencias del manicomio mas cercano, luego agitó la cabeza ( hace tiempo que tiene la certeza de que estoy como una regadera) y me dijo.
-Pues esta tarde no te mueves de casa.-

Sabedor de que no hay elemento humano ( y, sospecho que divino tampoco) capaz de resistirse a tan amable sugerencia, una vez dada cuenta del cordero me senté en un sofá dispuesto a esperar lo inevitable. Decidí, eso si, adoptar una actitud de indiferencia y mudo reproche, cosa bastante difícil por otra parte como puede comprobar cualquiera que lo intente.

Una hora después un timbrazo me despertó violentamente. Oí voces masculinas en la puerta y rápidamente adopté la postura del loto dispuesto a dar buena imagen a nuestros, suponía yo,  futuros compañeros de orgía.

Dos fornidos operarios asomaron por el salón llevando un enorme mueble en volandas. Mueble que tras una detenida inspección por mi parte resultó ser una biblioteca magníficamente vacía.

-¡Sorpresa, sorpresa!-
Miré a mi mujer con expresión de no entender nada. Luego, se hizo la luz. Todo encajaba a la perfección, cinta métrica incluida. Acompañé a los sufridos porteadores hasta el lugar previsto palmoteando como un niño pequeño. Conseguí sacarles de quicio a base de instrucciones totalmente contradictorias. Al final, ante la amble sugerencia de mi propia  (¿Porqué no te vas a cagar y dejas a la gente trabajar en paz?) me retiré al cuarto de baño (ya he dicho que soy muy obediente). Media hora después tras denodados (e infructuosos) esfuerzos y ante la imposibilidad de cumplir la orden recibida,decidí salir a ver como iban las cosas.

-¿Han terminado?-. Pregunté con voz trémula.
 -Mira, ¿te gusta?-.
Miré y me quedé embobado. Metros de baldas maravillosamente vacías se extendían ante mi.¿Existe mejor espectáculo para un amante de los libros?
-Espero que te quepan todos los que has colocado bloqueando la entrada de mi baño y encima de mi cama-. dijo mi mujer con cierto retintín.
¡Que susceptibles son a veces las mujeres!



                                                           I T I N E R A R I O
                          EN QUE SE CONTIENE
                                    EL MODO DE HACER CON UTILIDAD   
                                         los Viages a Cortes Eftrangeras


                                          Con dos Dissertaciones
                                   LA PRIMERA SOBRE EL MODO
                                  de ordenar, y componer una Librería
                                   LA SEGUNDA SOBRE EL MODO
                                       de poner en orden un Archivo







Valencia. Por Benito Monfort ,junto al Hofpital de Eftudiantes. Año 1759. En 8º. 2ª Edición (1ª en castellano). La 1ª es la de Augsburgo , 1751.




                                       
  Encuadernación en holandesa moderna. Lomo con cinco nervios, orlas, filetes y autor y título dorados.
Guardas en papel de aguas. Ignoro el encuadernador.




                            
                                        



Anteportada. Portada. Juicio de D. Agustín de Sales. Licencia. Tasa. Prólogo. Tabla de materias(24). 304 páginas. Falto del grabado. Exlibris manuscrito de D. Joannes Valdés Barrera Presvit 1808 (?).




 D. Benito Monfort y Besades (Valencia 1716-1785), fue el gran impresor valenciano del siglo XVIII, el gran siglo de la imprenta en España. Junto con Joaquín Ibarra, con quien compartió año de fallecimiento, y Antonio Sancha, ambos afincados en Madrid, forma el triunvirato de oro entre los numerosos ( y buenos) impresores españoles de este siglo. Sus obras son muy numerosas. Su primer trabajo fué: Sermón a San Pedro de Alcántara. Fr. Antonio Andrés. Valencia 1757. 4º, 6 h., 44 pág. Entre sus mejores trabajos están la  Crónica del Señor Rey Don Juan, 1779, gran folio, 2h. XX, 636 págs. y la Historia General de España, 1783-1796. Nueve volúmenes en gran folio, por los que yo vendía mi alma.







Oliver Legipont (1698-1758), fue un bibliógrafo Benedictino alemán.
El libro consta de tres partes. La 1ª es una guía de viajes  a las Cortes Extranjeras para los jóvenes nobles. ¡Curiosa guía!.  Además de los consejos al uso, algunos desternillantes, al final incluye una serie de relaciones de utilísimo provecho: Papas, Antipapas, Emperadores Reyes de todos los reinos habidos y por haber, año de las principales batallas, hechos importantes del Siglo. Mas que una guía es un texto imprescindible para cualquier concursante de televisión ( naturalmente TVE2).





La segunda parte "Dissertacion sobre el modo de ordenar y compner una librería" es una autentica delicia. Se nota que el bueno de Oliver era uno de los nuestros. Escrita de forma muy amena y con no poca gracia nos va dando consejos sobre todo lo que incumbe al tema: orden, clasificación, conservación, etc.

Respecto al utilidad de hacer un índice de los libros, este es uno de los mejores consejos que he leído:

           Quien estas señas deshecha
           no pierde poca ventaja
           lo que busca se baraja
           mal, y tarde se aprovecha
          Quien, de los libros que tiene
           índice formar no intenta
          ni sabe donde se sienta
          ni como cual se ordene

Y este que sigue tampoco es manco:

         Guardaba un arca llena de carcoma
         los libros que compuso en griego idioma
         e ignorantes los ratones hartos
        se hacían de comer sus nobles partos.






Termina con la Dissertación  II: Sobre el modo de poner en orden un archivo.
Buenas noches.

4 comentarios:

  1. Mira tú, de Monfort no tengo nada, lo tengo en la lista de pendientes.

    Si la introducción era literatura entonces era literatura buena y si estaba basada en hechos reales, felicidades por que no solo te aguantan sino que te regalan algo que todos los bibliófilos echamos de menos: espacio.

    Felices fiestas

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  2. Digamos que la introducción es mitad y mitad, aunque debo reconocer que mi chica es tope.
    Felices Fiestas y un abrazo.

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  3. Alfonso.

    Precios ejemplar,es uno de esos libros antiguos, que invitan a la lectura. Sabemos que se encuentran llenos de sorpresas y si además viene de las prensas de Monfort, Que más se puede pedir.
    Felicidades por tus metros de baldas vacías. Esa es una muestra de cariño verdadero.
    Un abrazo.

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  4. Marco:
    Tienes razón, es un libro para leer y disfrutarlo.
    Las baldas han durado vacías escasamente un día, pero ahora se puede andar por el pasillo sin tener que ir sorteando ibros.
    Un abrazo.
    Alfonso

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